París lleva un semana sitiada, la muerte por electrocución de dos jóvenes que se escondieron en un transformador para evitar a la policía han hecho que numerosos chicos se echen a la calle trayendo consigo quema de coches, roturas de cristales y numerosas batallas campales que recuerdan, en ocasiones, a los sucesos de El Ejido, eso sí, en este caso los papeles están algo cambiados y el detonante es totalmente diferente.
A pesar de estas pequeñas diferencias, las revueltas que sufre París nos deben poner en alerta y hacernos aprender de los errores del vecino para evitar cosas parecidas en un futuro. El problema no es que vivan demasiados musulmanes en la ciudad sino como viven. Estos acontecimientos son el vivo reflejo de una mala integración de los jóvenes islámicos, provocada básicamente por residir en guetos donde la delincuencia, el radicalismo islamista, la miseria y el racismo están al orden del día. Un punto positivo sería la dispersión de los inmigrantes en diferentes barrios para su correcta integración, evitando así estos focos problemáticos.
Si en Almería no se tiene una actuación constante en este sentido, y con la alocada política migratoria que sufre el país, en el momento menos pensado podemos encontrarnos con un levantamiento en toda regla protagonizado por jóvenes carcomidos por discursos incendiarios y hastiados de una sociedad que no les entiende ni acepta.
Los “nuevos revolucionarios” moralmente excusados en la muerte de dos compañeros ven en la administración gala un poder opresor, causante de todos sus males y carente de legitimidad, estos síntomas son los que hay que erradicar a toda costa. Hay que verter todas nuestras fuerzas, utilizando todos los medios económicos y sociales que sean necesarios, para evitar sentimientos similares en nuestra tierra sólo así conseguiremos convivir en paz y dar una imagen integradora de Almería.
