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El ecolojetista rojo y el lobo

4.10.10 - 15:35, 3 Comentarios


Érase una vez una bonita ciudad al sureste de la península ibérica, donde habitaban miles de personas, entre las que se encontraban un joven que destacaba especialmente por su defensa a ultranza del medioambiente, le llamaban el ecolojetista rojo.

El ecolojetista rojo era fácilmente reconocible, siempre iba armado con una cámara de fotos y una bicicleta, recorría todo el término municipal buscando incansablemente un papel en suelo, una rama en el camino, cualquier cosa que a su juicio supusiera un daño al medioambiente

Pedaleaba sin cesar por todo el municipio, tan sólo descansaba para conectarse a Internet y con sus miles de clones, inundar de comentarios negativos los diarios digitales que informaban sobre la actualidad del pueblo.

Pero todo cambio un día, el ecolojetista rojo sufrió un cambio radical y pronto empezó a olvidarse de su sagrado respeto a la madre tierra o rojagaia, como él acostumbraba a llamarla, algunos dicen que todo fue debido al miedo que le producía la aparición de una criatura, un lobo, que según la leyenda irrumpiría algunos días antes del próximo equinoccio de verano.

Nadie parecía ya reconocer el comportamiento del otrora saltarín y risueño ecolojetista rojo, los habitantes de aquella ciudad empezaron a preocuparse.

El ecolojetista rojo pronto empezó a pedalear durante la madrugada y cuando los habitantes de la ciudad lo veían, le interpelaban:

-Ecolojetista, Ecolojetista, ¡qué cubo de cola más grande llevas!

- Es para encolar estos carteles con un logotipo que no es nuestro por las cristaleras del municipio y liarla mejor, respondía.

También lo veían parándose en las farolas del pueblo:

- Ecolojetista, Ecolojetista, ¡qué rollo más largo de celo llevas!

- Es para encintar éste cartel en la farola y ya de paso impermeabilizarla contra las inclemencias del tiempo, así me salto las ordenanzas municipales mejor.

La vida en aquel tranquilo municipio siguió, aunque debido al Ogro tirano que mal gobernaba desde la capital del reino, los ciudadanos empezaron a increpar a los cortesanos de su entorno, éstos para no perder sus viandas decidieron organizar una protesta, pero ya era tarde y los ciudadanos sabían que aquellos cortesanos no harían nada por retirarle el gobierno al malintencionado Ogro, pues estaba en peligro su sustento.

En aquellos días, se vio al ecolojetista rojo pedaleando por la ciudad, los ciudadanos al ver como la bicicleta tiraba de un pequeño remolque con ruedas, se extrañaron más todavía:

- Ecolojetista, Ecolojetista, ¡qué cartelones más grandes llevas en ese carrito!

- Son para apoyar la protesta de los cortesanos, los cuelgo por todo el municipio y así todos me conocéis mejor.

La protesta organizada por los cortesanos fracasó, pero una semana después, aquellos cartelones que había colgado el ecolojetista rojo permanecían allá donde habían sido colgados; fue entonces cuando los habitantes de aquella ciudad se dieron cuenta que el ecolojetista rojo ya no amaba al medioambiente, si es que alguna vez lo amó, su miedo al lobo le había hecho cambiar tanto...

Pasaron los días y llegó el equinoccio de verano, nadie se acordó del ecolojetista rojo, algunos dicen que el lobo tenía especial predilección por los demagogos y por eso lo engulló, otros aseguran que vendió la bicicleta y se le puede ver en ocasiones, junto a la playa, ahogando sus penas en tequila.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

3 Comentarios

PARAD LA CRISIS QUE ME BAJO @ 12:25 p. m.

Felicidades por el blog, un saludo desde... http://www.paradlacrisisquemebajo.blogspot.com/

Tricolor @ 12:12 p. m.

Más ecologetistas rojos y menos jovencitos ultraliberales, por favor...

Baluar @ 1:02 p. m.

Lo que hace falta, en vez de tanto cuentista, es que todos los caperucitos levanten la vista contra el lobo feroz, no ese que va de rojo, sino el que se escuda detrás de los mercados y que los aedos venidos a menos esperan heredar.

Yo también me se un cuento: el de Pedro y el lobo el mismo que ustedes, los liberales, vienen contando desde 1847. Eso es lo que ustedes entienden por reestructurar el mercado, ese ser al que veneran tanto como un cristiano ortodoxo a dios, entes metafísicos, entelequias alejadas de la realidad para que, lo mismo que hacía Platón con su caverna, los que no estamos acostumbrados a la luz del sol podamos entender lo que quieren ustedes quieren que sea la única realidad.