Poco quedaba por hacer después de nacionalizar los cauces fluviales de Murcia y Extremadura, poniendo en alerta a sus correspondientes líderes políticos y consiguendo algo que no se veía desde hace mucho tiempo, un punto de encuentro entre dos presidentes de signo político distinto, todos unidos contra Chaves. El Estatuto Andaluz ha conseguido rizar el "tupé" de Maragall, atribuyéndose ésta vez competencias tan disparatadas como la promoción, uso y disfrute del flamenco.
No han sido pocas las voces que se han alzado contra tan loca atribución, aludiendo tanto a la universalidad del flamenco como a la necesidad de evitar enredos legales en un texto que debería representar las voluntades y necesidades del pueblo andaluz. Un articulado así, sólo conseguirá que un estatuto de mínimos sea visto como texto para la mofa y escarnio general.
Pero ya puestos a pedir, quizás los almerienses deberíamos manifestarnos en pos de la "provincialización" de las tapas, haciéndonos con el control de tan característico signo gastronómico y cobrando una tasa especial a aquellas provincias que osen copiarlo, incluso podríamos ir más allá y al estilo ChaveZ nacionalizar ciertas cadenas de bares...