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Por Fito me juego la vida

26.10.10 - 22:28, Aún sin comentar




Faltan adjetivos para calificar la última perla de la recién estrenada portavoz socialista "roquetera", la ocurrencia en esta ocasión ha sido acusar al Ayuntamiento de no tener planes de emergencia para los espectáculos públicos que se realizan en diversos lugares del municipio, especialmente en la plaza de toros, contraviniendo así la ley autonómica que rige estos eventos.

Ya en el último pleno, dejó caer esta acusación que fue rápidamente desmentida por el equipo de gobierno, se zanjó la discursión con una sola frase "sin plan de emergencias no se puede asegurar un evento y sin seguro, no hay evento", no hubo respuesta por su parte.

Evidentemente la señora López parece no haber tenido la suficiente repercusión y decide reeditar su acusación en forma de nota de prensa. En un ejercicio de irresponsabilidad política, asevera que la seguridad de los asistentes a los eventos que se celebran en la plaza de toros no está garantizada.

Es difícil seguir la cuenta de los atropellos contra el municipio que realiza el PSOE a todos los niveles y desde todas las instituciones. No les bastó con calificar a las playas del municipio como no aptas para el baño semanas antes del comienzo de la temporada alta, ahora atacan al prestigio cultural del municipio y por extensión, al valor añadido con el que contamos desde el punto de vista turístico. Desde luego todos los hosteleros de Roquetas deben estar contentísimos con la máquina de esparcir porquería que han puesto en marcha este grupúsculo de personajillos.

Curiosamente con estas declaraciones hemos descubierto una nueva faceta de la portavoz socialista, es una auténtica groupie, ya que a sabiendas de que su vida corría peligro, se abandonó a los encantos de Fito y decidió ir a verlo a la plaza de toros. Dejando a un lado la ironía, la opción más probable es que la portavoz sepa que todo lo dicho por su parte es una falsedad que ni tan siquiera ella misma puede creer...

El ecolojetista rojo y el lobo

4.10.10 - 15:35, 3 Comentarios


Érase una vez una bonita ciudad al sureste de la península ibérica, donde habitaban miles de personas, entre las que se encontraban un joven que destacaba especialmente por su defensa a ultranza del medioambiente, le llamaban el ecolojetista rojo.

El ecolojetista rojo era fácilmente reconocible, siempre iba armado con una cámara de fotos y una bicicleta, recorría todo el término municipal buscando incansablemente un papel en suelo, una rama en el camino, cualquier cosa que a su juicio supusiera un daño al medioambiente

Pedaleaba sin cesar por todo el municipio, tan sólo descansaba para conectarse a Internet y con sus miles de clones, inundar de comentarios negativos los diarios digitales que informaban sobre la actualidad del pueblo.

Pero todo cambio un día, el ecolojetista rojo sufrió un cambio radical y pronto empezó a olvidarse de su sagrado respeto a la madre tierra o rojagaia, como él acostumbraba a llamarla, algunos dicen que todo fue debido al miedo que le producía la aparición de una criatura, un lobo, que según la leyenda irrumpiría algunos días antes del próximo equinoccio de verano.

Nadie parecía ya reconocer el comportamiento del otrora saltarín y risueño ecolojetista rojo, los habitantes de aquella ciudad empezaron a preocuparse.

El ecolojetista rojo pronto empezó a pedalear durante la madrugada y cuando los habitantes de la ciudad lo veían, le interpelaban:

-Ecolojetista, Ecolojetista, ¡qué cubo de cola más grande llevas!

- Es para encolar estos carteles con un logotipo que no es nuestro por las cristaleras del municipio y liarla mejor, respondía.

También lo veían parándose en las farolas del pueblo:

- Ecolojetista, Ecolojetista, ¡qué rollo más largo de celo llevas!

- Es para encintar éste cartel en la farola y ya de paso impermeabilizarla contra las inclemencias del tiempo, así me salto las ordenanzas municipales mejor.

La vida en aquel tranquilo municipio siguió, aunque debido al Ogro tirano que mal gobernaba desde la capital del reino, los ciudadanos empezaron a increpar a los cortesanos de su entorno, éstos para no perder sus viandas decidieron organizar una protesta, pero ya era tarde y los ciudadanos sabían que aquellos cortesanos no harían nada por retirarle el gobierno al malintencionado Ogro, pues estaba en peligro su sustento.

En aquellos días, se vio al ecolojetista rojo pedaleando por la ciudad, los ciudadanos al ver como la bicicleta tiraba de un pequeño remolque con ruedas, se extrañaron más todavía:

- Ecolojetista, Ecolojetista, ¡qué cartelones más grandes llevas en ese carrito!

- Son para apoyar la protesta de los cortesanos, los cuelgo por todo el municipio y así todos me conocéis mejor.

La protesta organizada por los cortesanos fracasó, pero una semana después, aquellos cartelones que había colgado el ecolojetista rojo permanecían allá donde habían sido colgados; fue entonces cuando los habitantes de aquella ciudad se dieron cuenta que el ecolojetista rojo ya no amaba al medioambiente, si es que alguna vez lo amó, su miedo al lobo le había hecho cambiar tanto...

Pasaron los días y llegó el equinoccio de verano, nadie se acordó del ecolojetista rojo, algunos dicen que el lobo tenía especial predilección por los demagogos y por eso lo engulló, otros aseguran que vendió la bicicleta y se le puede ver en ocasiones, junto a la playa, ahogando sus penas en tequila.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.